
Día 5/10/93.
Katmandú tiene mucha vida. La impresión que me dio es la de una ciudad que acoge a cualquier viajero. En la zona donde estábamos las calles eran estrechas y las casas cada una de una manera, pero con cierto encanto. Tenía que comprarme un saco de dormir y un plumífero, por lo que fuimos a la zona de tiendas.
Las hay que tienen material de montaña de segunda mano de muy buena calidad a buen precio.
La plaza de “Durbar” es un hervidero de gentes que van y vienen.
Comienza a llover y aprovechamos para ir a una agencia y contratar un guía para el treking que tenemos pensado.
Una vez cerrado el tema, nos vamos a comer y seguidamente a tomar un té, de paso escribimos unas postales a la familia y colegas.
A las 19:00h, habíamos quedado para cenar con “Edorta y Delia” que así se llaman la pareja que conocimos ayer.
Fuimos a un restaurante de comida tibetana. Yo comí unas gambas rebozadas que tenían una salsa buenísima pero que picaba a rabiar. Se me saltaban las lagrimas. Un paseo y a dormir.
Katmandú tiene mucha vida. La impresión que me dio es la de una ciudad que acoge a cualquier viajero. En la zona donde estábamos las calles eran estrechas y las casas cada una de una manera, pero con cierto encanto. Tenía que comprarme un saco de dormir y un plumífero, por lo que fuimos a la zona de tiendas.
Las hay que tienen material de montaña de segunda mano de muy buena calidad a buen precio.
La plaza de “Durbar” es un hervidero de gentes que van y vienen.
Comienza a llover y aprovechamos para ir a una agencia y contratar un guía para el treking que tenemos pensado.
Una vez cerrado el tema, nos vamos a comer y seguidamente a tomar un té, de paso escribimos unas postales a la familia y colegas.
A las 19:00h, habíamos quedado para cenar con “Edorta y Delia” que así se llaman la pareja que conocimos ayer.
Fuimos a un restaurante de comida tibetana. Yo comí unas gambas rebozadas que tenían una salsa buenísima pero que picaba a rabiar. Se me saltaban las lagrimas. Un paseo y a dormir.